EL GRAN PROBLEMA DEL DINERO: LAS DEUDAS

 

Las Casas de la Moneda de España y de América eran instituciones autorizadas por la corona, tenían tanto privilegios corporativos como lazos formales con el gobierno de la ciudad. Como el flujo de la plata en las colonias y en España del cobre, había crecido para finales del siglo XVI, todas las Casas de la Moneda superaron el modelo del taller medieval. Varias, como la de Potosí, se aproximaron al nivel de producción industrial, utilizando solamente martillos, yunques y músculo humano.

 

La cleptocracia funcionaba en los niveles más altos. Para 1625 el puesto de Ensayador de la Casa de la Moneda de Sevilla pertenecía al Conde Duque de Olivares. Por supuesto que el trabajo lo desempeñaba un substituto pagado. Lo que pasaba en Potosí, era la corrupción de casi la totalidad de las seis hornazas y sus capataces. Los capataces eran los principales propietarios de esclavos y numerosos testimonios revelan que la mayor parte de los actos fraudulentos se habían cometido bajo su vigilancia.

 

Para la década de 1640, los capataces de Potosí o los jefes de las casas de corte eran en su mayoría corruptos, como testificaron los esclavos, pero los principales responsables del gran fraude pertenecían a otro nivel. Éstos eran de dos tipos: 1) los oficiales reales corruptos a cargo de mantener el peso y pureza de la moneda según los estándares y 2) los mercaderes de plata privados, quienes eran los responsables de abastecer a la Casa de la Moneda con plata en bruto.

 

A inicios del siglo XVII, alrededor de media docena de grandes mercaderes de plata o "mercaderes de la casa de la moneda", actuaban como si fuesen los dueños de la Casa de moneda, como si ellos detentaran un monopolio, forjando lazos con oficiales y trabajadores, incluyendo a los esclavos, aún más estrechos. Las inspecciones anuales eran llevadas a cabo por regidores quienes, a su vez, eran dueños de refinerías y minas. Muchos de ellos estaban muy endeudados con los mercaderes de plata, quienes eran los que efectivamente manejaban la Casa de la Moneda. Los conflictos de intereses, raíz de la corrupción cuando el dinero y los favores están en juego, abundaban.

 

En tiempos de abundancia o de alzas en la producción de plata, el incentivo para alterar la acuñación era aparentemente poco. Dejando de lado la lealtad al rey, los oficiales de la Casa de la Moneda y los mercaderes debían saber que la reputación de la acuñación de Potosí por su pureza y peso, no solo era importante sino central para el buen desarrollo del comercio regional y el de larga distancia. Los “Patacones potosinos” o Pesos de a ocho eran los dólares de su época.

 

Cuando las minas flaquearon en la década de 1620 y de 1630 debido al declive de la calidad del mineral, las inundaciones y la caída de la población indígena; algunos creyeron que en Potosí ese vacío podía completarse con la sustitución. Ello consistía en que entre el dinero prestado y la producción minera podía cubrirse con cobre y si era necesario con estaño, peltre o latón. En este tiempo la corona devaluaba moneda en Castilla para enfrentar la emergencia producto de la guerra, ¿Por qué Potosí no iba a hacer lo mismo para enfrentar su emergencia minera? la crisis minera no podía durar para siempre y mientras tanto, los dueños de las minas y refinerías podían mantenerse a flote con una moneda un poco menos pura. Podían asumir el pago de la nómina y otras demandas monetarias con monedas de la misma denominación pero de una pureza más baja. Los mercaderes de la plata que impulsaron este creciente sistema de devaluación, liderado aparentemente por Francisco Gómez de la Rocha a lo largo de la década de 1640, parecían haber dejado de lado toda preocupación sobre el comercio global o el pago de la deuda real fuera de Castilla. Se habían concentrado tanto en los problemas de Potosí y sus alrededores que nada más les importaba. Mercaderes como Rocha se volvieron increíblemente ricos en poco tiempo.

 

La inflación de la moneda y su consecuente alza en los precios y la ganancia a futuro sobre la plata parecen haber empujado a los banqueros mercaderes de la plata, como Rocha, a mayores extremos lo que significaba una mayor e ilimitada devaluación. Los altos precios de la plata en Potosí aumentaron las fortunas de los mercaderes de Lima, que en algunos casos exigían el pago en barras de plata. Estos eran opuestos a la reforma de Potosí. Los productores de plata de Oruro y otros distritos secundarios enviaban la plata a Potosí para obtener ventajas del arbitraje (personas que tazaban o valoraban la plata) a través de la acuñación, así los productores de cobre de Oruro se volvieron ricos abasteciendo a los devaluadores el mejor metal de base.

 

La devaluación era una bendición para los grandes mercaderes de plata y los grandes productores de plata endeudados. ¿Pero qué significaba para los oficiales reales de la Casa de la Moneda de Potosí? ¿Qué los motivaba a participar del fraude aparte de la simple codicia? Si los oficiales de la Casa hubieran circulado de forma rutinaria desde España, quizás la tentación de cometer un fraude bajo la forma de lesa majestad hubiera sido menor. En cambio, los oficiales más propensos a controlar el fraude: el Tesorero, el Alcalde, el Ensayador y Fundidor mayor (quien garantizaba inicialmente el peso y pureza apropiada de cada moneda) eran todos subcontratistas, hombres que habían arrendado sus puestos, quienes habían invertido grandes sumas por cada oficio. El puesto de Ensayador y Fundidor mayor se había subastado en Juan de Figueroa por 85.000 pesos en 1632. Los dueños de los oficios de Tesorero, Ensayador y Fundidor de la Casa de la Moneda vivían en Lima y nunca visitaron Potosí. El puesto del Tallador mayor pertenecía a un colegio jesuita en León, en la frontera con Galicia.

 

Dada el ambiente de corrupción por diversas causas, entre otros por deudas, creaba un incentivo para recibir sobornos y mirar para otro lado, como pasó en una serie de visitas fallidas a principios de la década de 1640, incluso varios de estos hombres fueron amenazados de muerte. Los incentivos para engañar eran directamente proporcionales a los obstáculos para denunciar.

 

A los oficiales españoles en Potosí y en La Plata (Charcas) se les había ordenado investigar la caja real y las operaciones de la Casa de la Moneda desde inicios de la década de 1630, que aparentemente investigaron a medias. Algunas pistas indican que el Virrey de Perú, el Marqués de Mancera, estaba protegiendo clientes. La suspensión de las visitas de los Visitadores Sande y de Palacios permitió que el fraude de la Casa de la Moneda, ya existente en forma oculta, creciera. Una tercera visita fue nuevamente frustrada en 1645, con la aparente complicidad del Virrey Mancera. Otros poderosos "comprehendidos" en el fraude incluían el corregidor de Potosí y varios oidores de la Audiencia de Charcas.