EL FEBLE BOLIVIANO

 

El libro “De Túpac Katari a Evo Morales” muestra cómo el ministro de Hacienda del presidente Santa Cruz, José María de Lara, con visión de economista y estadista, a partir de 1830 dispuso que la Casa de Moneda de Potosí emita el 70 % en moneda feble (Dícese de la moneda o aleación de metales, faltos de peso o ley) o sea con dos puntos menos que la pura de 100 % de plata. El objetivo de esa medida era evitar la fuga de la moneda de plata y ésta quede en la economía interna para enriquecer a la población y permitir que el Estado disponga de recursos, ya que hasta entonces sobrevivía en estado de quiebra permanente. Hasta 1829 las monedas bolivianas de plata habían mantenido la ley de 10 dineros 20 granos establecida por la corona española en el periodo colonial tardío. Contenido fino de plata de las monedas bolivianas era del 902,77 por mil

 

Con el 1er Gobierno de Castilla (1845-1851), se dispuso que la Casa de Moneda la acuñación de moneda peruana de buena ley, para terminar con la circulación de la moneda feble boliviana de baja ley. Pero no se logró el objetivo de sacar de circulación al feble boliviano.

 

Las dificultades con Bolivia persistieron por la invasión de la moneda feble. Esta invasión monetaria violo un Tratado sobre la moneda feble firmado por Castilla. El presidente de Bolivia Manuel Isidoro Belzú demostró más de una vez su hostilidad hacia el gobierno peruano y ante los reclamos presentados por el representante del Perú en La Paz, respondió expulsando a dicho diplomático. Ante tal ofensa cundió en el Perú el estado de guerra contra Bolivia. El Congreso dio al presidente General José Rufino Echenique (periodo 1851-1855) facultades extraordinarias y se movilizó el ejército a la frontera. Pero la guerra no se produjo porque estalló entonces la revolución liberal contra el gobierno de Echenique.

 

El Feble era una moneda de baja ley la cual producía inestabilidad y confusión a nuestro sistema monetario que era 100% plata, originando un perjuicio a las personas y al comercio nacional. Estas monedas también se llamaban pesos y se confundían con los que circulaban en el Perú, lo que también generaba problemas a las personas que no advertían la diferencia, pues la terminaban cambiando a la par, es decir al mismo valor.

 

El feble boliviano tenía más de un 30 % de depreciación en relación a nuestra moneda; con su introducción, nuestro circulante propio perdió esa cantidad, por cuyo motivo nuestros gobiernos se creyeron obligados a mantener un cambio artificial de 42 peniques a costa del erario y por medio de las letras guaneras. El feble boliviano y las letras guaneras de 42 peniques constituyen los acontecimientos monetarios más importantes durante el período post colonial.

 

Las monedas febles habían ingresado al país por la escasez de moneda peruana. Por entonces las acuñaciones que se hacían en el Perú eran insuficientes, lo que no facilitaba las transacciones monetarias. El problema fue grande, pues el peso boliviano casi había desplazado a la monada peruana. Se estima que circularon 12 millones de monedas febles en el país.

 

La moneda boliviana desde 1830 no sólo había ingresado por efecto de las transacciones comerciales con Bolivia, sino también de contrabando.  En tiempos de Santa Cruz se detectó un cargamento de clavos que venía en barriles del altiplano, pero que en realidad contenían moneda feble. En 1860  una gran cantidad de moneda boliviana se fabricaba en EE.UU. por cuenta de particulares tanto del Perú como de Bolivia para hacerla ingresar en forma fraudulenta. Las monedas se confeccionaban con aleaciones de estaño y de cobre, es decir de metales de bajísima cotización. En 1888 circulaba moneda feble en los departamentos de Piura y de Ayacucho.

 

Un caso muy especial sucedió en Sullana.  El 29 de octubre de 1888 se adjudicó  por remate público el ramo de Mojonazgo y Consumo al ciudadano Simón Morales  Palacios por la cantidad de S/. 217,60 mensuales en moneda de plata peruana.  Pero como la moneda que circulaba en el departamento era –sobre todo en Sullana- mayoritariamente boliviana, se autorizó al rematista a efectuar el cobro en los pesos de plata boliviana, pero como eran de más baja ley, al momento de hacer  el pago a la Tesorería del Concejo debería abonar 250 pesos, con un 15% de premio  adicional que debería abonar el señor Morales en moneda extranjera.  La situación llegó antes a tal extremo que también los libros de la Tesorería de la Municipalidad se llevaban en moneda boliviana, por cuyo motivo el prefecto por decreto del 25  de julio de 1888 ordenó que se hiciera la conversión a soles y por lo tanto la contabilidad se hiciera en moneda nacional.

 

Las leyes del 2 de octubre de 1857 al igual que la de 19 de noviembre de 1853 tenían por objetivo el salvarnos del "cáncer de la moneda boliviana"; desgraciadamente no las corona el éxito. Tan sólo la limpieza monetaria iniciada en 1862 permite la posibilidad de una moneda ya completamente saneada, la que pudo realizarse por medio de la importante ley de San Román de 1863.

 

Es necesario indicar que el Perú desde 1830 se vio primero atacado y luego desposeído de su buena moneda de plata, a causa de la incursión del feble boliviano bajo la forma de los "cuartos'', conocidos en el Perú con el nombre vulgar de "corbatones". En realidad desde 1830 a 1863 nuestro comercio no tuvo moneda propia, todas las transacciones se hicieron en el feble boliviano, que se introdujo en nuestro suelo al través de la aduana de Arica y que Santa Cruz en 1837 refrendó como moneda nacional, en la Carta Fundamental de la Confederación Perú-Boliviana.

 

Ante esta situación, la reforma monetaria de 1863 sustituyó el Peso por el Sol, que se acuñaría tanto en plata - con el mismo contenido de metal que el peso colonial - como en oro. Asimismo, se estableció el canje obligatorio de la moneda feble boliviana a un cambio de 0,80 soles de plata por cada peso feble.