EL PATRÓN DE ORO

 

Inicialmente cuando no existían los billetes en nuestro país; las monedas valían por su propio valor; es decir, su valor era intrínseco, podían ser de oro o plata y valían como tal. Posteriormente, se adicionaron los billetes fiduciarios; es decir, su valor estaba garantizado por quién lo emitía y cómo los respaldaba, estos billetes fiduciarios eran convertibles en oro o plata según el emisor. Hoy tenemos billetes y monedas fiduciarias. En 1901, el Perú optó por el Sistema de “Patrón de oro”.

 

El “Patrón de oro” es un sistema monetario respaldado por el oro. Es decir, que el valor de cada unidad monetaria se fija en términos de una cantidad de oro concreta. Con este sistema, el emisor de la moneda garantiza que los billetes y monedas emitidos están respaldados por oro. Si los bancos centrales respaldan su moneda en oro y plata, este sistema se denomina “Patrón bimetálico”.

 

La equivalencia dinero-oro ha sido la base del sistema financiero internacional y la garantía del mismo desde el siglo XIX. A raíz de las necesidades surgidas por la Primera Guerra Mundial, algunos de los países participantes en la contienda imprimieron más dinero para financiar el esfuerzo bélico sin contar con el respaldo del metal precioso, a éste dinero se conoce como “Dinero Fiduciario”, o “Dinero Fiat” (basado en la confianza o fe de una promesa de pago, pero sin respaldo del metal precioso). El 25 de abril en 1968, el Congreso de EE.UU. decretó el fin de la necesidad de que los dólares estuvieran respaldados por oro. Era el fin de las divisas respaldadas por un metal.

 

Antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial, el 22 de julio de 1944, los países aliados se reunieron en Bretton Woods, EE.UU. para establecer un nuevo orden monetario y financiero mundial, que permitiera un sano periodo de recuperación. Como consecuencia de los acuerdos alcanzados se aprobó la adopción del dólar como moneda global (en ese momento, el dólar era convertible en oro, a razón de 35 dólares la onza); también, crearon el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo, que hoy forma parte del Banco Mundial. Así, los demás países podían cambiar sus dólares por oro, y viceversa, y la mayoría de las transacciones internacionales empezaron a denominarse en dólares. Tras el fin de la Guerra, los países de Europa estaban muy endeudados, por lo que buena parte de sus reservas de oro fueron cambiadas por dólares, lo que ayudó a afianzar la supremacía de EE.UU.

 

Con este cambio al patrón oro, el metal se negociaba en dos mercados: el que usaba el precio de Bretton Woods y el global, que permaneció sin alteraciones. El diferencial de precios entre estos dos mercados se conocía como “ventana del oro” y representaba un gran riesgos, pues mientras mayor fuera (diferencial de precios), mayores incentivos tendrían países con problemas en la balanza de pagos para comprar el metal a precio de Bretton Woods y venderlo en el mercado global. Para mantener esta ventana en lo mínimo posible, EE.UU. y 7 países europeos crearon el “London Gold Pool” que intervenía directamente en el mercado para intentar controlar el precio.

 

A esta tentación hay que agregarle los propios desequilibrios en la balanza de pagos de EE.UU. Tras el periodo de recuperación y el fortalecimiento de economías que antes estaban endeudadas, el poderío de EE.UU. disminuyó un poco y el comercio internacional obtuvo mayor dinamismo. Esto ocasionó que las reservas de dólares de otros países aumentaran, mientras que EE.UU. no podía incrementar al mismo ritmo sus reservas de oro. Además, la necesidad de financiar la Guerra de Vietnam llevó al país a imprimir más dinero, nuevamente sin incrementar su tenencia del metal.

 

Varios intentos por arreglar los desequilibrios de la balanza de pagos se llevaron a cabo en los 60, incluyendo topes a la importación de petróleo, impuestos especiales a las importaciones y la reducción del déficit del gobierno. Sin embargo, no dieron resultados.

 

Ante esta situación, en mayo de 1971, la República Federal de Alemania decidió abandonar el acuerdo de Bretton Woods y dejar flotar el tipo de cambio de su moneda. Al mismo tiempo, otros países incrementaron su demanda de oro por los dólares que poseían en un ataque especulativo. Preocupado por la situación, que ya se notaba insostenible, el presidente Nixon se reunió con Arthur Burns, presidente de la Reserva Federal; John Connally, secretario del Tesoro; y Paul Volcker, subsecretario de Asuntos Monetarios Internacionales. Juntos decidieron poner fin a la convertibilidad entre dólares y oro. Junto con esta decisión se impuso un congelamiento de precios y salarios por 90 días para evitar una alta inflación y se gravó con un 10% adicional a las importaciones, como medida para detener la salida de dólares.

 

El fin del patrón oro trajo dos grandes cambios al sistema monetario: permitió liberar el tipo de cambio entre las divisas del mundo, y dio mayor margen de maniobra a bancos centrales para imprimir dinero a conveniencia.

 

¿Cambios buenos o malos? Ambos tienen sus ventajas y desventajas.- Con un tipo de cambio que no está atado a una divisa, los países optaron por dejarlo flotar en el mercado libremente o en un intervalo, o fijarlo ellos mismos. Dependiendo del esquema que se eligió, fueron los resultados. Por ejemplo, países como México que fijaron el tipo de cambio sufrieron constantes devaluaciones por los riesgos de mantener esa paridad. Mientras que un tipo de cambio flotante generalmente permite absorber de manera efectiva choques externos.

 

Por otra parte, la impresión de dinero también puede usarse de manera efectiva o llevar a un país a la ruina. Una excesiva generación de dinero podría generar espirales inflacionarias, como pasó en México; mientras que esta libertad generalmente permite hacer frente a momentos de crisis cuando la economía necesita de estímulos.

 

Los fantasmas de una moneda respaldada en algo de valor aún nos persiguen. Tanto en México como en Estados Unidos y otros países del mundo hay quienes abogan por regresar a un patrón similar o, incluso, acuñar monedas de metales preciosos. Esto bajo la premisa de que la seguridad monetaria es mayor bajo este esquema, contrario a una circulación como la actual, donde el dinero vale porque los gobiernos lo dicen y la gente no lo cuestiona. Sin embargo, como apuntan algunos economistas, ¿por qué respaldar las monedas en metales como el oro? A final de cuentas éstos también tienen un valor considerado seguro por una especie de acuerdo social.

 

El “Patrón oro” se mantuvo vigente en EE.UU. hasta su abolición, en 1971. Desde ese momento, al dólar le sostuvo únicamente la confianza que hubiera depositada en él y en la economía estadounidense. Actualmente, a la Oficina de Acuñación e Impresión estadounidense le cuestan unos centavos producir un billete de 100 dólares, mientras que otros países tienen que producir mercancías reales por valor de 100 dólares para obtener uno de esos billetes.